El planeta Marte es uno de los más populares del Sistema Solar por múltiples razones. Quizá sea porque es aquel donde hay mayores posibilidades de encontrar vida o vestigios de vida pasada en nuestro entorno más próximo, quizá por las abundantes evidencias de la presencia de agua líquida en su superficie en otras épocas, lo cual constituye un espejo del relieve de nuestro propio entorno, o quizá porque se trate del destino más probable para que el ser humano ponga su pie por vez primera en un planeta que no sea el nuestro propio. Su color rojo es una de sus características más evidentes, principalmente debido al color de los óxidos de hierro que pueblan su superficie, pero también es destacable la huella erosiva del agua en un periodo pasado. Ese agua ya no puede ser encontrada debido a la ausencia de una atmósfera densa que evite que se evapore, pues el gas es arrastrado por la intensidad de los vientos solares que constantemente golpean el planeta y que son muy débilmente desviados por el casi inexistente campo magnético marciano.
Estos motivos han llevado a que desde la década de 1970 Marte haya sido el objetivo de numerosas misiones que lo han estudiado tanto desde su órbita como desde su superficie. Una de las misiones más exitosas fue la sonda Mars Global Surveyor, enviada por la NASA en 1996 y que estuvo estudiando el planeta rojo durante unos diez años tomando fotografías de gran detalle y midiendo la altitud del terreno y la composición de la atmósfera. Como fruto de esas imágenes se ha podido hacer una maqueta a escala que reproduce con gran detalle el relieve de este planeta y es la que yo me dispongo a describir en este artículo. Esta maqueta ha sido impresa gracias al proyecto “A Touch of the Universe”, liderado desde el Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia por Amelia Ortiz-Gil, desde donde se ha realizado el diseño, la adaptación y la digitalización, y también gracias a la Fundación “Zaragoza, Ciudad de Conocimiento”, que otorgó fondos a un proyecto liderado por Miguel Gómez Heras, geólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, para hacer visitas inclusivas a análogos del planeta Marte. Una de estas visitas fue realizada al desierto de Tabernas, en Almería, en septiembre de 2018, durante la cual usamos algunas de estas maquetas con un grupo de personas invidentes afiliadas a la ONCE.
Dado que el diámetro de Marte es de unos 7.400 kilómetros, algo más de la mitad del terrestre, y la maqueta tiene 20 cm de diámetro, 1 cm en la maqueta corresponde a unos 370 km en escala. Lo primero que llama la atención al tocar el planeta en su conjunto, es que resulta mucho menos accidentado en su hemisferio norte que en el sur, que tiene más relieve y más cráteres. Esto es consistente con los descubrimientos de la sonda europea Mars Express, que ha medido la constante dieléctrica de las rocas en el norte, más típica de rocas sedimentarias, que en el sur, más propia de rocas volcánicas. Se piensa que la mayoría del hemisferio norte estuvo sumergida bajo un océano llamado Borealis. Según diversos autores en la época en que el Sistema Solar sufrió un bombardeo masivo de asteroides provenientes de las partes más exteriores, Marte pudo sufrir una colisión en su hemisferio norte con un cuerpo de un tamaño similar al de Plutón, lo cual causó que Marte esté más hundido por esta parte y, por tanto, el agua líquida se concentrara allí.
Comenzando nuestro viaje táctil por la maqueta, cerca del polo norte a la derecha de la gran nervadura que representa el meridiano marciano, hay una llanura que recibe el nombre de Utopia. En este lugar se ha descubierto en el subsuelo agua congelada, incluso hay trabajos que apuntan a que este agua podría estar en estado líquido, que también sería coherente con la presencia de agua líquida en esta región en el pasado. Esta llanura es famosa en los ambientes de ciencia-ficción, pues alberga en la serie Star Trek una base de construcción de naves estelares.
Descendiendo desde esta llanura hacia el ecuador encontramos uno de los montes más característicos, el volcán Elysium, que tiene unos 12 km de altitud y pertenece a una cadena de otros volcanes que también pueden ser notados. En la llanura cercana a esta cadena montañosa es donde se posó en 2018 la sonda Insight de la NASA, cuya misión es medir la actividad geológica y la transmisión de calor desde el interior del planeta y con la cual se ha podido recoger el sonido del viento marciano. Justo por debajo de esta cadena, y ya por debajo del ecuador, está el pequeño crater Gale, donde aterrizó el rover Curiosity en 2011.
Moviéndonos hacia el este a la altura del monte Elysium alcanzamos una de las llanuras más planas de todo el planeta, la Amazonis Planitia. Al sur de esta llanura, a la altura del ecuador, se encuentra el cráter Gusev, ligeramente más grande que el anterior, destino de otro rover de la NASA que llegó a Marte en 2004, el Spirit. Se piensa que este cráter fue un lago en el pasado, donde desembocaba un río que venía de un mar que se encontraba hacia el sur.
Continuando hacia el este llegamos a uno de los puntos más fácilmente reconocibles en la superficie de Marte, la meseta de Tharsis, gobernada por la imponente silueta del monte Olympo y los montes de Tharsis. Entre ellos destaca al norte también otro volcán llamado Alba Patera que, es el volcán de mayor volumen de todo el Sistema Solar, aunque no compite en altura con el monte Olimpo, de más de 20 km de altura. También se percibe la gran colada de lava vertida por el monte Olympo en dirección sudoeste, lo que lo hace tener una enorme base. Este sistema de volcanes revela una de las características más notables de Marte en contraste con la Tierra. Dado que la corteza de Marte no está rota en placas como nuestro planeta, cuando la actividad geológica interna produce un aumento de la presión y el magma encuentra una salida a la superficie, la formación de volcanes es mucho más violenta y masiva que en nuestro planeta, donde ese aumento de presión está más regulado y se libera lentamente por los límites de las placas tectónicas.
Al este de la meseta de Tharsis está la Acidalia Planitia que es donde se desarrolla la mayor parte de la novela de Andy Weir, El Marciano y es donde se encuentra en esta novela la base de la misión Ares3. Esta llanura está llena de quebradas con zonas que antaño eran de bajada de aguas estrechas y delta de ríos.
Justo al sur de esta llanura fluvial, ya en el hemisferio sur, encontramos una de las huellas más reveladoras del relieve marciano, el Valle Marineris. Este impresionante Gran Cañón Marciano fue bautizado así en honor a la sonda Mariner 9 de la NASA, que fue la que lo descubrió. Tiene una longitud de unos 4.000 km, con una profundidad media de 11 km, y una anchura de 200 km, por lo que resulta una cicatriz muy fácil de reconocer al tacto. Este gigantesco valle desemboca en las suaves llanuras de la Cryse Planitia a su sudeste, lo que constituye una de las mayores evidencias de la presencia pasada de agua líquida, la cual erosionaba el terreno por medio de grandes desbordamientos que afloraban desde el subsuelo, quizá a causa de la colisión con un cuerpo externo que provocó su salida violenta y repentina a la superficie.
Al sur de la llanura de la Crisis podemos encontrar uno de los tres grandes cráteres del hemisferio sur marciano: Argyde, mientras que a la derecha y algo más al sur, a una latitud de unos 50º, está el más grande, Hellas. El tercero de los grandes cráteres marcianos está en la zona ecuatorial algo más hacia el este y se denomina Isidis, justo al oeste de los montes Elysium. La presencia de estos tres enormes cráteres muestran la terrible infancia del planeta rojo, quizá motivada por la mayor cercanía de Júpiter que podría haber servido de lanzadera para muchos de los meteoritos que impactaron con Marte en las primeras etapas del Sistema Solar, y que podría explicar por qué este planeta es algo más pequeño que la Tierra y Venus, que habrían sufrido menos impactos. Hellas, además de ser el más grande y antiguo, encierra una sorpresa, pues se han descubierto en el subsuelo de sus laderas orientales depósitos de agua helada. Estos glaciares marcianos fueron descubiertos cuando ya habían sido predichos por distintos modelos del clima marciano que mostraban una gran variedad debido a la enorme inestabilidad orbital de Marte a causa de la influencia gravitatoria de Júpiter.
La parte septentrional de Marte que corresponde a la zona de los grandes cráteres y justo por encima del ecuador, está compuesta por otra llanura con restos de sedimentos pasados dejados allí por antiguos ríos, la Meridiani Planum, que fue el lugar de destino del rover gemelo del Spirit en 2004, el Opportunity. Este rover originalmente planeado para una misión de 90 días ha estado activo durante catorce años en que ha estudiado con detalle el pequeño cráter de 20 m de diámetro en que acabó en mitad de esta gran llanura, el cráter Challenger, bautizado así en honor a los astronautas fallecidos en el accidente del transbordador espacial del mismo nombre.
La región al este de esta llanura que cubre el espacio hasta llegar de nuevo a la cadena montañosa de los montes Elysium, se denomina Arabia Terra, una región antigua y montañosa llena de cráteres. Volviendo de nuevo a la novela El marciano, esta región es atravesada por el protagonista de la novela en un recorrido que le lleva al cráter Schiaparelli, lugar donde finalmente es rescatado y que también es fácilmente reconocible en esta maqueta.
Con esto finalizamos nuestro recorrido táctil. Sin duda una manera alternativa y seguramente mucho más eficiente de conocer nuestro planeta vecino y de orientarse entre las innumerables referencias geográficas que nos llegan de este planeta gracias a las numerosas misiones que lo observan y seguirán observando, y a los relatos de ficción que lo utilizan como decorado para sus tramas.
Agradecimientos:
A Miguel Ángel López Valverde, científico titular del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), por su ayuda para la exploración, reconocimiento e interpretación del relieve marciano en la maqueta. A Miguel Gómez Heras, de la Universidad Autónoma de Madrid, y Alejandra García Frank, de la Universidad Complutense de Madrid, por impulsar el proyecto de visitas inclusivas a análogos de Marte, y a Amelia Ortiz-Gil y el equipo del Observatori Astronòmic de la Universidad de Valencia por el proyecto “A Touch of the Universe” que sirve para la impresión 3D de objetos del Sistema Solar.